Nos destaparemos en la intimidad.

Estos días han sido raros, porque hemos aprendido a convivir con nuestro eco rozándonos las mejillas. Se han saciado las ganas de comernos el mundo y ahora en lo único que pensamos es en comernos a nosotros mismos, poco a poco; y ahora, casi acariciando la madrugada, me besas los pensamientos hasta exprimirlos suavemente con los dientes. Muerdes, y aunque con delicadeza, sigo sintiendo ese pinchazo en el alma cuando el corazón se me desplaza desde que no estás aquí, curándome los rasguños de las cientos de caídas que hemos podido planificar desde que existimos. Aún no me he acostumbrado a las despedidas, ni a no poder respirarte en cada suspiro de sueño intranquilo a tu lado, ni a tus no-abrazos nocturnos, ni a los cafés que te tomas cuando madrugas, ni incluso a cuando no lo haces y te quedas en la cama conmigo, enredado en mis párpados cerrados, que aún así te ven, porque eres luz. Sólo nos queda imaginarlo, aunque ahora mismo, la realidad es mucho mejor que la ficción.

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